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A propósito de unas declaraciones, risibles e insólitas, del inconsistente orate de Miraflores sobre la economía estadounidense en las que hace “predicciones” y augura que el próximo presidente de EEUU recibirá “un barco hundiéndose” , cabe preguntarse: ¿Y qué recibirá el próximo presidente de Venezuela?... Señor Presidente Hugo Chávez: Aprovechando su capacidad en gerencia económica y sus dotes de adivino, podría usted deleitarnos con una de sus acertadas y visionarias revelaciones para nuestro país luego que deje el poder. ¿Dejará usted algún rastro de nuestro país antes de salir de la presidencia? ¿Quedarán aunque sea restos del naufragio de país en lo que nos ha convertido? ¿Cuándo vengan al rescate de este barco, semihundido y en zozobra que usted “capitanea” con rumbo seguro al desastre, habrá algo sobre la superficie que indique que aquí hubo una vez un país o nos tendrán que identificar por los cadáveres flotando en el estiércol dejado por su ineficaz gerencia? ¿Cuándo usted h

El revolucionario Rojo Rojito está dejando de ser el mismo pendejo de siempre y este es el gran temor que tienen lo líderes de este desastre que comanda “El Caudillo Bufón”. Los cabecillas de esta “robolución” se han dado cuenta que esa masa incondicional ya no es tan incondicional y que además se está viniendo a menos, lo que supone un gran riesgo para las aspiraciones hegemónicas de Chávez con sus leyes habilitantes. Si vemos los actos de proselitismo político del “Comandante” con objetividad, nos podremos dar cuenta todo lo escuálido que se está haciendo el Presidente con sus actos. Los grupos de espontáneos que asistían en buen número por convicción cada vez son menos. A los empleados públicos los llevan obligados a riesgo de perder sus trabajos. La gente del interior del país y de los barrios caraqueños ya solo asiste y/o se deja llevar en los autobuses si tienen un interés de por medio o si son bien pagados… y muchos de ellos solo usan estos traslados para poder venir de visita a

Probablemente en su pueblo se les recordará, como cachorros de buenas personas. Que hurtaban flores para regalar a su mamá y daban de comer a las palomas. Probablemente que todo eso debe ser verdad, aunque es más turbio cómo y de qué manera llegaron esos individuos a ser lo que son y a quién sirven cuando alzan las banderas. Hombres de paja que usan la colonia y el honor, para ocultar oscuras intenciones. Tienen doble vida son sicarios del mal. Entre esos tipos y yo hay algo personal. Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad, viajan de incógnito en autos blindados a sembrar calumnia, a mentir con naturalidad, a colgar en las escuelas su retrato. Se gastan más de lo que tienen en coleccionar espías, listas negras y arsenales. Resulta bochornoso verles fanfarronear a ver quién es el que la tiene más grande. Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz, juegan con cosas que no tienen repuesto y la culpa es del otro si algo les sale mal. Entre esos tipos y yo hay algo personal. Y,